Guayas camino a su extinción
La tecnología tomando el control
Los frenos de los primeros carros se actuaban con varillas hasta cuando aparecieron los sistemas hidráulicos, sobrevivientes hoy. Los hubo también con cables y ese mecanismo que conocemos como guayas nos ha acompañado toda la vida para mover los embragues, los aceleradores, abrir los capós y los baúles, hacer los cambios en muchas versiones de las cajas de velocidades, activar el velocímetro y el odómetro y hasta el tacómetro, el freno de estacionamiento, los elevadores de los vidrios y varios otros apéndices del automóvil cuyos movimientos requieren comunicación entre las partes.
Pues bien, las guayas parecen entrar en una fase de extinción, tal como sucede en los aviones en los cuales las órdenes de pilotaje viajan por un sistema eléctrico en vez de los cables y poleas de “toda la vida”. Es el ‘fly by wire’, que en el mundo de las ruedas terrenales es el ‘drive by wire’. Para allá vamos.
Veamos. Los aceleradores son ahora un potenciómetro que va en el pedal y manda una señal eléctrica a la mariposa que reacciona y abre o cierra la entrada del aire al motor. Adiós a la guaya.
El embrague, a medida que van desapareciendo las cajas mecánicas a cambio de las automáticas o con un clutch oculto, ya no funciona con el tercer pedal, sino también mediante sensores complejos que van conversando con los computadores de las cajas y el motor. Y en el pasado, bien pasado, hace años, las palancas de las cajas mecánicas tenían guayas, calamitosas de cuadrar, para ordenar los cambios. Otro adiós.
Los frenos de estacionamiento, que se operaban con una vistosa palanca y sonoro trinquete, ahora tienen un sistema eléctrico que bloquea las ruedas traseras a través de los mismos frenos, pero que se manda con un botón y es infinitamente más eficaz. Más despedidas.
Las medidas de velocidad y distancia se lograban mediante un cable que conecta un piñón en la caja de velocidades con el instrumento donde hay un ingenioso sistema con imán para activar la aguja de los kph y uno de rodachinas que mostraba los kilómetros. Hoy, esa señal es electrónica y los instrumentos simulan ser análogos cuando en la realidad son digitales. “Good bye” a la recurrida guaya que empezó por desaparecer en los taxímetros mucho antes de la era electrónica comunal en los carros particulares.
Los vidrios ya no suben y bajan con manivelas en las puertas que movían cables y cremalleras. Hoy son en su mayoría de operación eléctrica, aunque algunos de esos motores tienen aún ciertas conexiones con cables. Son tan diferentes que los llamamos “vidrios eléctricos”, cosa que no es cierta, pues siguen siendo vidrios, cristales como los de siempre. Están en proceso de despedida aun en los carros de muy bajo precio.
Abrir el baúl mediante una guaya que podía reventarse en cualquier momento y dejar el mercado o las maletas encerradas es mucho más complejo que hacerlo con un pequeño electroimán que destraba la chapa y solo necesita un pequeño cable para llevar la señal desde el botón de la cabina. Algunas marcas lo anuncian como un paso hacia su modernidad, pero en realidad es más una cosa lógica que revolucionaria y más barata de instalar. En vías de extinción.
Seguro hay más guayas que podríamos citar que están pasando al archivo de la mecánica automotriz, donde ya reposan el carburador, el distribuidor, el condensador y muchos compañeros de millones de kilómetros, y hacia el cual transitan la llanta de repuesto, los indicadores análogos, los cambia luces de mano, los activadores de los limpiaparabrisas, que ahora responden a las gotas y no a un switch, las palancas de cambios y muchas otras partes del carro que, como las guayas, están siendo reemplazadas por otras que también están tomando el puesto del conductor, a quien esperamos no le den un adiós tan buscado como complejo con los carros autónomos.
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